viernes, 7 de agosto de 2009

Jesús conoce a una mujer

PERSONAJES: Narrador * Jesús * Mujer * Discípulo

TEXTO BIBLICO: Juan 4

NARRADOR: Jesús viajaba de Judea a Galilea y tenía que pasar a por Samaria. Estaba localizado junto a un pueblo llamado Sicar cerca del terreno que Jacob le había dado a su hijo José. Cansado del largo camino bajo el sol, Jesús se sentó junto a un pozo mientras los discípulos habían ido al pueblo a comprar comida. Una mujer samaritana llegó al pozo a sacar agua.

JESUS: ¿Me darías un poco de agua?

MUJER: Tu eres judío y yo soy samaritana—como me pides a mi que te de agua para beber?

NARRADOR: Los judíos por lo general ni siquiera hablaban con los samaritanos, mucho menos pedir agua del mismo vaso.

JESUS: Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida.

MUJER: Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua, y el pozo es muy hondo; ¿de dónde, pues, vas a sacar esa agua que da vida? ¿Acaso eres tú superior a nuestro padre Jacob, que nos dejó este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y su ganado?

JESUS: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.

MUJER: Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla.

JESUS: Ve a llamar a tu esposo, y vuelve acá

MUJER: No tengo esposo

JESUS: Bien has dicho que no tienes esposo. Es cierto que has tenido cinco, y el que ahora tienes no es tu esposo. En esto has dicho la verdad.

MUJER: Señor, me doy cuenta de que tú eres profeta. Pero, si me permites hacerte una pregunta: ¿Por qué insisten ustedes los judíos que Jerusalén es el único lugar a donde se debe adorar? Nuestros antepasados adoraron en este monte, pero ustedes los judíos dicen que el lugar donde debemos adorar está en Jerusalén.

JESUS: ¡Créeme, mujer, que se acerca la hora en que no nos preocuparemos por el lugar a dónde adorar al Padre! Pues el lugar para adorar no es lo que es importante, sino cómo le adoramos. La adoración debe espiritual y real pues Dios es Espíritu y debemos tener la ayuda de su Espíritu para dorar como debemos. El Padre quiere este tipo de adoración. Pero ustedes samaritanos conocen tan poco acerca de el, adoran con los ojos cerrados por decir algo. Nosotros los judíos sabemos todo acerca de el, pues la salvación llega al hombre a través de la raza judía.

MUJER: Bueno, al menos sé que el Mesías va a venir—¿sabes? Al que le llaman Cristo—y cuando él venga el nos explicará todas las cosas.

JESUS: ¡Yo soy el Mesías!

NARRADOR: Entonces la mujer dejó el cántaro de agua cerca del pozo y regresó a su pueblo y emocionada le dijo a todos sobre Jesús. Pronto la gente comenzó a llegar del pueblo a verlo. Mientras tanto, los discípulos habían regresado con Jesús. Lo habían visto platicar con la mujer samaritana y estaban asombrados, pero no le preguntaron a Jesús porqué o qué le dijo a la mujer. Sino que le rogaban para que Jesús comiera.

DISCIPULO: Maestro, come algo de la comida que trajimos.

JESUS: No. Yo tengo una comida que ustedes no conocen.

DISCIPULO: (Hablando con otros discípulos) ¿Alguien más le trajo comida?

JESUS: Mi alimento viene de hacer la voluntad de Dios que me envió y de finalizar su obra. Piensan que el trabajo de cosechar no comenzará hasta que termine el verano--¿en cuatro meses más? ¡Abran sus ojos y vean a su alrededor! Los campos de almas humanas maduros a nuestro alrededor y ellos están listos para ser cosechados. ya el segador recibe su salario y recoge el fruto para vida eterna. Ahora tanto el sembrador como el segador se alegran juntos. Porque como dice el refrán: ´Uno es el que siembra y otro el que cosecha.´ Yo los he enviado a ustedes a cosechar lo que no les costó ningún trabajo. Otros se han fatigado trabajando, y ustedes han cosechado el fruto de ese trabajo.

NARRADOR: Muchos de los samaritanos que vivían en aquel pueblo creyeron en él por el testimonio que daba la mujer: "Me dijo todo lo que he hecho." Así que cuando los samaritanos vinieron a su encuentro le insistieron en que se quedara con ellos. Jesús permaneció allí dos días, y muchos más llegaron a creer por lo que él mismo decía. --Ya no creemos sólo por lo que tú dijiste --le decían a la mujer--; ahora lo hemos oído nosotros mismos, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo.

FIN

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